martes, 22 de julio de 2008

Noche

[Clicando en las fotos se pueden ver ampliadas]





















Roberto

jueves, 17 de julio de 2008

Viaje interminable 1



Se puede decir que cuando de verdad quieres ir a algún lugar haces lo que sea para llegar allí. En mi caso, quería ir a Turquía a visitar a mi hermana y aquí llegué después de 24 horas de viaje en avión y autobús. Pero lo volvería a hacer, claro que sí. Fueron 24 horas muy intersantes. A lo largo de ellas conocí a gente muy simpática y tuve la ocasión de visitar y ver lugares curiosos y bellos.

Empezando por el simpático taxista que me llevó al aeropuerto de Barcelona y acabando un día después con las bellas vistas de la ciudad Alanya, con el característico peñón que la corona.

Por supuesto, la mayoría de esas horas no fueron de viaje sino de espera, principalmente en Frankfurt (Fráncfort) y en Estambul. Pese a todo, las cinco horas de espera en el aeropuerto alemán y las casi ocho de Estambul no se me hicieron demasiado largas. Sólo las últimas tres horas en el ‘Aeropuerto Attaturk’ se me hicieron un poco pesadas, aunque las utilicé en su mayoría para descansar. El resto del tiempo se me hizo bastante ameno por la gente que conocí y, en menor medida, por los lugares que tuve tiempo de visitar, por ejemplo en Istanbul. Todos estos hechos positivos no me permitieron leer más que unas pocas páginas del libro que tenía preparado.

De hecho, la mayor parte de la duración del viaje se la puedo atribuir a la compañía de bajo coste Clickair. A penas unos días antes del vuelo de ida la compañía informaba de que había vendido unos vuelos cuya licencia finalmente no había podido adquirir. Miles de usuarios se quedaban sin viaje. A otros, a los que teníamos vuelos inmediatos, por tal de evitar ser demandada, la compañía nos buscó rutas alternativas. ¡Pero qué rutas!

Un vuelo directo a Estambul de tres horas se convirtió de esta forma en una aventura de once horas. Sin embargo, ello me permitió por ejemplo ver unas bellas vistas aéreas de Frankfurt, así como conocer a varios otros afectados por los desastres de la compañía, que se mimetizaban con los normales visitantes de Alemania.





















En el aeropuerto de Frankfurt, uno de los más importantes y transitados del mundo, tomé el riesgo de perderme y me di a la aventura. Tenía cinco horas por delante así que prácticamente me podía perder tantas veces como quisiera. Después de perderme de inmediato, pues ahí donde en Barcelona hay una sala para recojer las maletas en Frankfurt tienen... cuántas?... unas cinco como mínimo. Aunque no era uno de los días más transitados del aeropuerto de Frankfurt y los ‘halls’ estaban vacíos me había desecho, sin quererlo, de todo el exótico grupo de españoles e inicie algo así como una odisea del desierto, aunke tampoco preocupado, pues aunque la unión hace la fuerza aún no me preocupaba (ya tendría horas para hacerlo).





















Mientras buscaba mi vuelo de media noche en los paneles oí a un par de personas hablando catalán y corrí a preguntarles por el vuelo fantasma. Dije algo así como: ‘Aneu a Frankfurt?, A Istanbul? També sou dels damnificats de Clickair?’. A lo cual me respondió la madre: ‘sí, vosaltres també?’. No sé si miré a mi alrededor pero me sorprendí y expliqué que viajaba solo.

En fin, quién lo hubiera dicho, pero ya no me volví a separar en toda la tarde de esta familia, de la cual llegué a conocer todos sus otros miembros: el padre y el hermano mayor –otro hermano no había venido de viaje-. Y llegué a entablar bastante amistad con la chica de la familia, Núria, un año menor que yo y que estudia medicina, con quien de vuelta a Barcelona espero continuar esta nueva amistad.





















Y aunque no había planeado usar la técnica de la ‘lapa’, la frase de la madre “ets un fill més” lo dice todo. Lo cierto es que toda la familia era muy amable (así quién se iba a querer separar?).

Explicaré el resto de ste viaje que resultó tan intersante y sus curiosas anécdotas próximamente.


Muchos saludos y besos a todas las personas que conozco y a las que quiero –amigos, amores y familiares–. Y decir que pienso en ellos todos los días.

Llevo aquí una semana y cada día se aprenden nuevas cosas.

Roberto.